viernes, 20 de junio de 2008

Buco


L. vivía en un piso compartido y a veces sentía que no encajaba en ninguno de los dos bandos que se habían creado dentro de las paredes de aquella casa. Físicamente el apartamento estaba divido en dos zonas distintas, y tal vez aquella manera de compartir los espacios tan separatista había propiciado esa situación de desequilibrio.
Hacía tiempo que L. no experimentaba esa sensación de decepción en los demás, y le dolía que uno de los habitantes de la zona B le recriminara su forma de ser. L. era feliz siendo como era, y le causaba dolor ver cómo algo tan natural para ella, se tornaba en una suerte de hipocresía para los demás.
Las palabras temidas por L. iban tomando cuerpo y forma a medida que S. se posicionaba en el sofá para iniciar una conversación que se presagiaba tensa.

─ Jamás entenderé cómo puedes ser así.
─ He intentado explicarlo mil veces, pero sabes bien que soy incapaz de hacerlo.

L. sentía que ante los ojos de S. a veces era Dr. Jekyll y otras Mr. Hide, y le apenaba aquella extraña sensación de desconcierto en los demás. ¿Qué había de malo en su comportamiento? ¿Realmente era reprochable? L. se quería fundir, que se le abriera el suelo bajo los pies, la tragara y jamás nunca nadie supiera de su existencia. Y tal vez algún día así sucedería...

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