viernes, 18 de julio de 2008

EL CÍRCULO SILENCIOSO DE LA TRADUCCIÓN

Empecé mi actividad profesional un año antes de licenciarme. Para aquél entonces no me auguraba un futuro a corto plazo excelente, porque sabía que todavía no disponía de las armas necesarias para defenderme del gran león que me esperaba ahí afuera.

Valoré tres mil formas distintas de darme a conocer en este pequeño mundo de la traducción, tan inaccesible a cualquier traductor novel que ya de entrada no cumple con los requisitos que los grandes establecen. ¿Cómo puede un traductor recién licenciado acceder a cualquier tipo de trabajo para el que se necesita un mínimo de tres años de experiencia más cinco áreas distintas de especialidad si ni tan siquiera alguno de los grandes se digna a abrirle las puertas? Desde aquí invito a los que ahora están montados en el dólar de la traducción a que hagan un pequeño ejercicio de reflexión y recuerden sus humildes inicios en esta profesión.

A fecha de hoy los únicos clientes que han confiado en mi profesionalidad aun a sabiendas de que no estaba tan siquiera licenciada son clientes directos. No puedo listar entre mi cartera de clientes a ninguna agencia de traducción. ¿Alguien puede aclararme por qué siento que los años que he invertido en mi formación no me han servido para nada? ¿Es que nadie quiere abrir los ojos ante la realidad y darse cuenta de que si nadie nos da trabajo porque no tenemos experiencia, nunca la vamos a tener?

En una suerte de revelación divina creí ver mi salvación en la afiliación a una de las asociaciones de traductores e intérpretes existentes en nuestro país. Si bien es cierto que en un principio deposité gran parte de mis esperanzas en dicha asociación, ahora también es cierto que no las he visto colmadas. El silencio y el oscurantismo nos persiguen allá donde vayamos. Incluso cuando nos asociamos y asistimos juntos a congresos y cursos de formación no hay el menor interés en establecer una red de contactos para una profesión tan solitaria como es la nuestra.
La aplicación de las tarifas, ese gran secreto que todo traductor que se precie guardará con gran recelo... ¡Yo hubiera pagado para que alguien me asesorara y no me permitiera rebajar tanto mis precios! ¿Por qué entre nosotros ese silencio? ¿No tenemos ya suficiente silencio encapsulado entre las cuatro paredes en las que trabajamos? ¿Por qué nos quejamos tanto del mal estado en el que se encuentra nuestra profesión y de lo mal que nos trata el mundo si luego nos tratamos peor entre nosotros?

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